Una de las cosas que me gustan de vivir en una ciudad pequeña es que cuando necesitas romper el ritmo de la vida y salir de él, en pocos minutos, puedes hacerlo sin necesidad de transporte. Basta con darse una vuelta por sus alrededores.
Como sabéis vivo en San Sebastián y sí, aquí la gente también se estresa. En estas temporadas de locura yo suelo evadirme dando un paseo por el monte Ulia. El camino comienza en Gros, junto a la gasolinera de la avenida de Navarra y termina en el Faro de La Plata, en Trintxerpe.
Aunque la primera cuesta os pueda parecer dura, ¡ánimo! la recompensa llega enseguida. En cuanto cogemos un poco de altura se ve Donostia desde un punto de vista diferente al habitual. Seguimos subiendo y antes de llegar a la zona recreativa hay que desviarse a la izquierda por un vericueto que nos lleva a la zona alta de Mompás.
A partir de aquí, reina la tranquilidad, la excursión discurre por la ladera del monte que da al mar. Vuestros compañeros de viaje van a ser las gaviotas, la vegetación, algún paseante que os encontréis y unas vistas que no os podéis perder.
Como en todos los caminos hay un cruce donde tendréis que elegir. A la derecha, nos lleva a nuestro destino atravesando la ladera del monte a media altura, carece de complicación alguna. A la izquierda, el camino es más abrupto, subidas y bajadas continuas que se acercan a los acantilados de la zona, de bella factura.
Si vais por la parte superior no es necesario que llevéis agua, hay una fuente. Si lo hacéis por la inferior meted en la mochila la cantimplora y una linterna, hay que pasar un túnel de unos cien metros. Ambos caminos están marcados.
A medida que transcurre el camino os iréis acercando al Faro de La Plata, un edificio que rompe el perfil del monte y que está enclavado en una zona espectacular. Desde allí podréis apreciar las vistas a la costa cantábrica que nos han acompañado durante nuestro paseo.
Y como no todo va a ser deporte y evasión, en cuanto hayáis bajado a Trintxerpe os aseguro que tendréis hambre así que os propongo que vayáis al O’Romeral a reponer fuerzas. Con ese nombre os podéis imaginar que es un gallego. Por cierto, pediros el pulpo, lo bordan.